El óceano arremetía con fuerza en contra de la dura piedra. El sonido era estruendoso, pero a ella le calmaba. La espuma blanca revoltoeaba y burbujeaba. Se preguntó como algo tan fluído como el agua podría deformar algo tan sólido como la roca. Pero los pensamientos no importaban...era su último día allí y lo sabía.
Llenó sus pulmones de la última bocanada de aire. Tenía un ligero aroma a musgo, bosque, tierra mojada y mar. Sintió una ligera brisa que sacudió sus cabellos rojizos al compás. Sus orbes carmesí contemplaron por ultima vez el escenario del que había sido actriz tantas veces.
Recordaba cuando Seth y ella corrían por la playa, ambos sonreían, como si nunca se espereran que eso terminara, ella siempre pensó que sería eterno. Ahora todo le parecía una mentira, un recuerdo borroso que nunca existió.
Aveces en las noches de verano, solían juntarse y prender una fogata, azando bombones. Recordaba que las historias que los Quiletes contaban acerca de los fríos y los lobos. Le erizaban la piel y se abrazaba de Seth con sus mejillas encendidas. Ahora todo eso se le escapa de sus manos y no lo puede detener. Todo pertenece al pasado y aquello ya sucedió. Un vació le llenó el pecho, era cierto...no había nada más que hacer.
Las olas seguían rompiendo con violencia. Pero no tenía importancia. Alzó el rostro buscando el sol, pero las nubes lo ocultaban. Estaba segura que hasta la luz le huía, era cierto alguien como ella no se merecía ni un rayo de luz. Estaba destinada a la oscuridad toda una eternidad
Se paró sobre el acantilado retando al peligro. Las piedras sueltas caían mientras ella caminaba por el borde. Pero todo era inútil, ella no perdería el equilibrio, su nuevo equilibrio era perfecto. Era como si aquello fuera inato.
Ladeó la cabeza para observar la Push en todo su esplendor, la arena negra seguía allí, Seth también. Todo era como siempre fué...menos ella. Ella no era quien siempre fué.
Saltó del acantilado, para caer en una especie de plataforma más abajo, cayó de pie como la más perfecta circense. Sintió la repentina necesidad de sumergerse en el mar, como si aquello fuera a calmar el dolor que sentía en su pecho. Se quitó la sudadera cafe que portaba. Los zapatos también. Los dejó en la plataforma para evitar que se mojaran. Sus ojos se movían con tristeza y melancolía. Ahora sólo quedaba su pantalón de mezclilla y una blusa de tirantes que Alice le regaló.
Se arrepintió de saltar al agua. Lo único que lograría era acabar empapada, solamente haría más desgraciada su apariencia. Por lo que decidió mejor caminar por la playa. Se movió con agilidad por el acantilado, agarrándose de las piedras salidas hasta llegar a la playa y sentir la fina arena en sus pies. Los movió inconcientemente.
Se aproximó la playa, la arena estaba más mojada que de costumbre. La marea estaba baja. Llegó al borde donde las olas mojaba sus pies ligeramente. Seguramente estaba el agua estaba fría pero ella no lo sentía. Miró su reflejo en el agua y se dio cuenta que era todo lo que alguna vez deseó.
Era bellísima, sus ojos grandes con pestañas largas y curvadas. Las orbes de rubí que brillaban con intensidad, recién alimentada. Sus facciones finas, sus pómulos perfectos. Su cutis níveo y homogéneo. Sus labios carnosos y rojos como prueba de su dieta. Era perfecta, letalmente perfecta.
Pero dicen que no siempre lo que deseas es lo que realmente necesitas. Y ella lo aprendió. Sintió la repentina necesidad de patear a su reflejo y borrarlo, pero no lo hizo. Nadie cambiará lo que es y lo sabe.
Aquel imperceptible ruido hizo que ella girara y se encontrara con el Volturi. Vestía exquisitamente como usualmente lo hacía, traía un abrigo gris oxford con un pantalón de vestir debajo del mismo color y unos zapatos negros. Recordó lo que le dijo Seth al ver a Alec por primera vez "Tu amigo se viste muy formal para tener 16 años" no pudo reprimir una sonrisa que se formó en sus labios. Era cierto que extrañaba sus comentarios, pero más aún lo extrañaba a él.
Ella desvió la mirada y decidió ignorarlo. Volvió a sentir la arena entre sus dedos, y se decidió a agacharse para tomar un puñado de la arena negra. Quería llevársela para tener algo de su hogar allá en Volterra.
Alec se posó junto a ella. Y la observó por el rabillo del ojo. A veces hasta a él le parecía más frágil que cualquier humano. Le gustaría saber que era lo que pensaba en este momento aunque tal vez era de los más obvio.
-¿Es hora?-preguntó ella mientras la voz se le quebró al final de la frase. Alzó la mirada al horizonte.
-Sí-afirmó él. Contempló como la mirada de ella se perdió en el paisaje. Sentía el suelo arenoso debajo de sus pies. Y recordó que hacía mucho tiempo que no había estado en una playa.
-Me lo esperaba-ella alzó la vista con pesadez, y sus ojos se fijaron en los de él. Un suspiró se escapó de los labios de ella. -Me pregunto...-divagó ella levantándose hasta quedar a la altura de él y dejar escapar los restos de arena que descanzaban en su mano.
Alec la siguió con la mirada, y divisó el contraste de la pálida mano de ella y la oscura grava que caía de sus manos como si miles de pedazos se desprendieran de la vampira. Alec pensó que no había mejor manera de descrbirir lo que sucedía, ella estaba dejando partes de ella misma en ese lugar.
-La última vez que dejé esta playa, no le dí importancia. Simplemente supe que cuando volviera seguiría allí y la podría contemplar una vez más. Pero ahora es diferente ¿no?-ella apretó los puños sobre las piernas, se mordió el labio y siguió. - La Push seguirá aquí pero yo...no.
Elevó la mirada, buscando apoyo en el Volturi. La de él vista extrañamente se enfocaba en el suelo, como esperando algo. Un hálito movió los cabellos de ambos. El cuerpo de ella tembló al ritmo de la ventísca. Alec reconocía aquella mirada, cuando ella estaba en Volterra era la única que existía.Ese triste gesto que opacaba su iris al punto de hacerla parecer más un zombie que un vampiro.
La tensión en su cuerpo no aguantó más y descanzó sobre él. Vencida. Estiró sus brazos por el cuello de él y posó su rostro en su hombro. Era la primera vez que se encontraba tan cerca de él, olió el perfume que emanaba de su piel, sintió por debajo del abrigo el cuerpo de él. Era tan irrestible para ella, que no lo logró evitar.
Alec se quedó inmovil por el momento. Si hacía tiempo que no iba a una playa, hacía más tiempo desde que alguien lo abrazó. Era irónico, a pesar de la gélidez de ambos, se sentía el calor que emanaba desde ella, tal vez eso era cariño. Ahora entendió el termino de un cálido abrazo, no ese refería a la temperatura si no el sentimiento. Evitó el reflejo de devolverle el abrazo y simplemente se quedó quieto.
Ella entendió que el abrazo le incomodaba, así que se retiró con cuidado, tratando de no hacer ningún movimiento brusco. Mientras desenredaba sus brazos del cuello de él, el brazo de él se apoyó ligeramente en su cintura. Ella entonó los ojos y lo volteó a ver.
Alec se desconcertó al ver la reacción de ella. Pensó que tal vez estaría haciendo algo mal. Entonces volteó a ver su rostro. El gesto de dolor se había ido, solamente quedaban pequeños vestijios de él. Los labios de ella se torcieron en una de esas sonrisas, que esbozaba cuando sentía esperanza. Leeneth separó ligeramente los labios y susurró su nombre y movió su cabeza hasta el pecho de él.
-Prométeme algo-pidió ella mientras se acomodó y estiró sus brazos en el torso de él.
-¿Qué?-su voz era fría y inexpresiva. Era cierto que tanto contacto se volvía algo molesto para él. Pero decidió tragar su propia inconformidad y centrarse en la vampira.
-Que no te irás-murmuró entre dientes. Mientras apretaba los puños en su espalda. Su cuerpo se contrajo ligeramente y entonces Alec entendió que ella tenía grandes problemas con el abandono. Y no sobreviviría a un abandono más.
-No lo haré-prometió él, tratando de calmar a la joven vampira. Inmediatamente los músculos de ella se relajaron, sintió que la tensión se desvaneció. Ella inhaló profundamente y cerró los ojos por un momento. Tal vez las cosas no eran tan malas como parecían. Estaba dispuesta a Sacrificarse sólo por estar un poco más con él.